viernes, 18 de mayo de 2012


¿Qué es la Psicología Positiva?


La psicología positiva es una rama de la psicología de reciente aparición que busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano, durante tanto tiempo ignoradas por la psicología. el objeto de este interés no es otro que aportar nuevos conocimientos acerca de la psique humana no sólo para ayudar a resolver los problemas de salud mental que adolecen a los individuos, sino también para alcanzar mejor calidad de vida y bienestar, todo ello sin apartarse nunca de la más rigurosa metodología científica propia de toda ciencia de la salud. la psicología positiva representa un nuevo punto de vista desde el que entender la psicología y la salud mental que viene a complementar y apoyar al ya existente.



¿Qué NO es la Psicología Positiva?


La psicología positiva no es un movimiento filosófico ni espiritual, no pretende promover el crecimiento espiritual ni humano a través de métodos dudosamente establecidos. No es un ejercicio de autoayuda ni un método mágico para alcanzar la felicidad.No pretende ser un abrigo bajo el que arropar creencias y dogmas de fe, ni siquiera un camino a seguir por nadie. La psicología positiva no debe ser confundida en ningún caso con una corriente dogmática que pretende atraer adeptos ni seguidores, y en ningún caso debe ser entendida fuera de un riguroso contexto profesional.


The time has arrival for a positive psychology, our message is to remind our field that psychology is not just the study of pathology, weakness and damage; it is also the study of strength and virtue. Treatment is not just fixing what is broken, it is nurturing what is best“.

Martin E.P.Seligman y M.Csikszentmihalyi, 2000 (Tomado de: http://psicologia-positiva.com/2009/12/%C2%BFque-es-la-psicologia-positiva/)

miércoles, 16 de mayo de 2012

DISCURSO DE MARTIN SELIGMAN ANTE LA APA (American Psychological Association)


Dr Martin Seligman
( http://www.vidapositiva.com/nota.asp?idnota=7901  )
"En su biografía de Franklin y Eleanor Roosevelt, una distinguida politóloga analizaba la incansable lucha de Eleanor en búsqueda de una mayor justicia para los pobres y los negros como un intento de compensar el alcoholismo del padre y el narcisismo de la madre de la que fue primera dama de los Estados Unidos. Ni tan siquiera se consideraba la posibilidad de que Eleanor estuviera simplemente tratando de perseguir la virtud.
La investigación en psicología ha empleado medio siglo en mostrar con datos los múltiples efectos negativos del aislamiento, el trauma, los malos tratos, la enfermedad física, la guerra, la pobreza, la discriminación, el divorcio y la pérdida temprana de los padres. Pero esta atención incesante a lo negativo la ha dejado ciega para las múltiples ocasiones de crecimiento, dominio, sabiduría, energía y comprensión que surgen y se desarrollan al experimentar sucesos dolorosos en las propias vidas.
La ciencia se las ha arreglado para descuidar el hecho de que a menudo a partir de sucesos indeseables las personas experimentan sensaciones extraordinarias de potencia, crecimiento y creatividad. Las ciencias sociales contemplan las virtudes y capacidades humanas –altruismo, coraje, honestidad, sentido del deber, disfrute, salud, responsabilidad y buen humor– como algo secundario, defensivo o como puras ilusiones, mientras que los puntos débiles y las emociones negativas –ansiedad, egoísmo, paranoia, ira, avaricia o tristeza– se consideran algo auténtico.
Cuando en 1975 se publicó mi libro Helplessness: On depression, development, and death (traducido como Indefensión en Ed. Debate, Madrid, 1980), pensé que había llegado a un punto final, o al menos a un lugar de descanso. Lo que no anticipé es que iba a ser un punto de partida para trasladarse desde el estudio de algunas de las peores cosas de la vida –depresión, pesimismo, fracaso, incluso la muerte– hasta un intento por comprender  algo de lo mejor que ella puede ofrecernos –optimismo, importantes logros y resistencia–.
 Al seguir el modelo de enfermedad, la psicología moderna ha estado preocupada, consecuentemente, por la curación. El funcionamiento humano se ha concebido básicamente dentro de ese modelo y su principal modo de intervención se ha centrado en reparar el daño observado.
Esta psicología reparadora ha tenido sus victorias: se ha convertido en una ciencia de la enfermedad mental y, como resultado de todo ello, al menos diez de los principales trastornos mentales han recibido luz y pueden ser, ahora, mejorados notablemente con intervenciones psicológicas y farmacológicas. Pero, tristemente, mientras se buscaba en las profundidades de lo peor de la vida, la psicología perdió su vínculo con sus aspectos positivos: el conocimiento sobre lo que hace a la vida merecedora de vivirse, lo que la hace más plena, más digna de disfrutarse y más productiva.
No se trata de desechar el modelo de enfermedad, sino de reconocer que también necesitamos una ciencia que nos informe sobre las virtudes humanas. Quiero recordarles a los psicólogos que parte de su misión  es la mejora de la vida normal, y que para acometer esta empresa el modelo de enfermedad no les será de mucha ayuda.
Desde una perspectiva teórica, el modelo de enfermedad ha hecho de la psicología una ciencia victimista desde la que se ve a los humanos como seres pasivos, respondientes ante estímulos externos, consumidos por conflictos no resueltos dictados por traumas infantiles, que actúan según las necesidades celulares, impulsos e instintos, o como víctimas indefensas de fuerzas opresoras de carácter cultural y económico. Pero, en las últimas décadas, ha habido un cambio de proporciones oceánicas en lo que puede considerarse una explicación respetable de la acción humana.
Cuando era estudiante de doctorado en psicología, hace ya treinta años, la acción humana se explicaba como un producto del ambiente. La explicación que prevalecía era que la gente estaba “empujada” por sus impulsos internos o era “atraída” por sucesos externos. Los freudianos sostenían que los conflictos infantiles no resueltos dirigían la conducta adulta, los seguidores de B. F. Skinner que la conducta se repetía sólo cuando era reforzada por el entorno, y los etólogos, por su parte, que era el producto de patrones de acción prefijados determinados por nuestros genes.
Pero, a partir de 1963, las explicaciones en boga comenzaron a cambiar. El ambiente se convirtió en algo cada vez menos importante como factor causal de la conducta y, a finales de los setenta, las teorías dominantes en psicología habían trasladado su foco de atención desde el poder del entorno hacia las expectativas individuales, preferencias, elecciones y control personal.
Mi previsión es que la ciencia social mirará finalmente más allá del remedio y se transformará en una fuerza positiva para comprender y promover las cualidades más elevadas de la vida cívica y personal. Tal ciencia es posible. Las teorías psicológicas principales han cambiado para fomentar la investigación de la capacidad y la responsabilidad. No todas las teorías dominantes ven ya al individuo como un ser pasivo; más bien los individuos se ven ahora como seres que toman decisiones, con preferencias, elecciones, con posibilidad de llegar a sentir control, sentirse eficaces, o bajo circunstancias malignas, indefensos y desesperanzados.
Disponemos de un conjunto de medidas con las cuales podemos evaluar de forma fiable y válida estados negativos de depresión, miedo, anomia, agresión y desesperanza y somos capaces de investigar los estados cerebrales concomitantes y su psicogarmacología.

También hemos desarrollado ingeniosos métodos experimentales y modelos causales complejos para demostrar cómo la experiencia moldea tales estados y cómo éstos evolucionan en el transcurso de la vida; y fuimos también pioneros en intervenciones que han demostrado ser efectivas para deshacer tales estados indeseables. Ahora podemos recurrir a estos mismos métodos para medir, comprender y desarrollar las potencialidades humanas y las virtudes cívicas personales.
Esta clase de actividad científica no es una quimera: existe, por ejemplo, un cuerpo empírico y viable de conocimientos sobre la plenitud (flow)  y el optimismo, pero esto representa sólo una fracción minúscula del conjunto de conocimientos de las ciencias sociales. La investigación plena sobre estos aspectos no llegará de modo fácil y sin costos, sino que requerirá recursos sustanciales.
La psicología positiva, la ciencia social positiva que vislumbro para el siglo XXI, tendrá como una útil consecuencia indirecta la posibilidad de prevenir las enfermedades mentales graves, puesto que hay una serie de características positivas humanas que muy probablemente protegen contra la enfermedad mental: la valentía, el optimismo, las habilidades interpersonales, el trabajo, la ética, la esperanza, la responsabilidad, la honestidad o la perseverancia, por nombrar sólo unas cuantas. Pero también tendrá como efecto directo el poder comprender científicamente como desarrollar capacidades y virtudes cívicas personales y cómo alcanzar lo mejor de la vida."

Martin E. P. Seligman
Ex presidente de la American Psychological Association

martes, 15 de mayo de 2012

Hola a Todos y Todas: 

Es muy grato, para mi, compartir con ustedes, desde ahora, los conocimientos que la Psicología Positiva ha recopilado a través de múltiples investigaciones realizadas en diversos países y Universidades del mundo.

Espero, que cada uno de ustedes lo encuentre interesante y puedan nutrirlo con las experiencias y vivencias personales, de cada uno.

¡Hasta Pronto!



Por el momento, les comparto el discurso pronunciado por el psicólogo Martin Seligman -padre de la Psicología Positiva- cuando tomó posesión como presidente de la Asociación de Psicólogos Americana, en 1996.